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CAMOUFLAGE, LO QUE UNO SE PONE ENCIMA PARA SALIR
A LA CALLE
Es posible comprar salud. También es posible comprar algunas formas de amor, es posible comprar casi todo en este mundo. Pero detengámonos a pensar un momento como es posible comprar salud y como son estos kioskos donde podemos hacerlo. Imaginemoslo filosóficamente, vamos a comprar salud, allí, donde la venden, paguemos por ella y se nos será entregada en pequeñas dosis. Vamos a comprar bienestar, vamos a comprar una mejor vida, un mejor cuerpo, mejores horas, mejores momentos.
Imaginemos como son estas personas que acuden al kiosko de la salud a solicitarla en pequeños fragmentos, que piensan obtener allí, que expectativas tienen, cuanto le creen el doctor, cuanto le creen a la publicidad, a las instituciones médicas, cuanto le creen a su propio cuerpo, que sienten, que piensan, de pie ante el mostrador, con su número en la mano, con su receta en el bolsillo.
Como son estas sociedades en donde algunos pueden comprar salud y otros no. Ayer estaba en el kiosko, un colectivo obstruia el paso en el semáforo, estaba vacio a exepcion de una madre que se bajo corriendo con un niño en pleno ataque de combulsiones, cruzó al sanatorio de la esquina, el chofer esperaba mientras los autos le tocaban bocina, en breves segundos la madre sale con el niño combulso, le grita algo al chofer, para un taxi y desaparece. Allí no podían atender al niño, era un sanatorio privado. Por ley ante un evento asi el chofer debe trasladar a la victima a un centro de salud inmediatamente, pero no es ley que todos puedan ser atendidos.
Y como son las personas que atienden el kiosko de la salud? Los que miran a los pacientes llegar esperanza en mano, que clase de visión de la humanidad sufriente podrán desarrollar con los años, que retratos de la salud y la enfermedad, que sentiran ante esos montones de manos con papelitos firmados y sellados, ante esos ojos ilusionados, avergonzados a veces, desamparados otras.
Ines Miserendino es artista y trabaja en una farmacia desde los 17 años, la farmacia de la familia. Su madre es bioquímica y en su laboratorio, de pequeña, ella armaba collares de fideos, y se sentía fascinada por el monton de frasquitos con cosas. Tal vez allí habra empezado su amor por la acumulación. Cúmulos de cosas por todas partes, frascos con bolitas, un frasco con hilitos, frascos de pastillas, paquetes de recetarios, paquete con etiquetas de ropa, frascos con canutillos, frasco con caracoles, canasto lleno de corchos. Y el amor por una tarea: colocar piezas pequeñitas una al lado de la otra, como cuando pinta cuadros con canutillos, como cuando ordena los medicamentos en los estantes de la farmacia donde todo esta milimétricamente calculado.
Como cuando hace mayólicas con pastillas. Las mayólicas son guardas decorativas con motivos florales, organicos, con los que se visten las paredes del hogar. Ironicamente Miserendino transforma estas guardas inofensivas en otra cosa. Imaginemos una casa con semejante decoración. Tambien escribe frases con pastillas: “no me molestan las pequeñas cosas”, “paz”, “se feliz”, “justifica tus limitaciones”, “no te mientas mintiendo”, “zen”, “la felicidad esta en las pequeñas cosas” o realiza dibujos: un corazón, una flor, un emoticono happy. Algunas pastillas las usa por color y otras según la droga (viagra, antisicoticos, anfetaminas). Ironicamente Miserendino toma frases de “un libro divino que se llama aforísticas, pensamientos mens sana, una para cada día del año, pensamientos para sentir en un calendario perpetuo”. Las pastillas las fue juntando todo este tiempo, pastillas vencidas del trabajo. Con el tiempo las pastillas se estallan por la humedad y los diseños comienzan a mutar a pesar de usar diferentes recursos para la conservación. Es interesante lo que sucede ahí, el intento por conservar y dar otra funcionalidad a comprimidos cuya función es disolverse.
Tambien escribe crónicas cotidianas en los recetarios, comienza siempre consignando cuando se levantó, y es que levantarse en este contexto parace ser, realmente, EL tema: “Domingo, nos levantamos tarde, vinieron visitas, comimos bagna cauda, los chicos comieron ravioles, de postre helado, sacamos fotos en el rio” – Clonazepam 0.5 x 30, “Me levante a las 6.30, lleve las nenas a la escuela, fui a trabajar hasta las 17, a la vuelta compre hamburguesas, pase dos horas en el taller” – Insertec 100 gr x 30, “me levante tarde, se rompió la conexión de agua, se inundo el bajomesada, bueno” – Risperidona 3 mg x 30. En otro grupo de recetarios escribe la palabra prefiero y un verbo: prefiero hacer, prefiero patinar, prefiero preguntar, saber, jugar, dormir, charlar.
Como los cuentos infrantiles que tienen ese trasfondo terrible por debajo, Miserendino desarrolla una mirada que es estéticamente grata por un lado, amable, decorativa y por otro lado lleva un algo muy oscuro. Como cuando pone unos cuarenta muñequitos hechos de pastillas en el camino amarillo del mago de hoz, somewhere over the rainbow, o cuando compra los libros de Emilio Pucci, diseñador italiano famoso por sus glamorosos y coloridos estampados, para realizarlos con drogas multicolores.
Quería sacarle fotos a las personas con sus recetas: “hola, estoy medicado”. Tambien quería realizar fotos de los residentes antes y después de sus maratónicas guardias en urgencias. Retratos, y mas retratos: “Viene la persona y vos sabes que este toma tal o cual cosa, lo registras, Don Clonazepan… Ven la publicidad en la tele y de repente se dan cuenta de que tienen tal o cual patología. A fin de mes se venden los inductores del sueño, como zolpidem, insomnio de fin de mes”. La relación con los clientes: “algunos son de paso, con otros tenemos mas relación y nos reimos, hay otros que se mueren, hay gente que viene a comprar cosas que uno sabe que son para una cocina de cocaína, hay cosas que lleva tiempo darse cuenta, algunos tienen recetas falsas, algunos compran cosas para venderlas en las cárceles. Como decirle a alguien que la receta es falsa sin que te pegue?. Alguno que otro nos ha tocado que se tomo algun óvulo, otro que se vaciaba la capsula del analgésico directamente en la carie. A las mujeres se las trata como taradas, vienen a comprar ansiolítico sublingual, los médicos las tratan como histéricas y les dan la pastillita. O vienen los hombres a comprar “eso que es pa la mujer”, anticonceptivos de emergencia. O el sidenafil (viagra) siempre es para un amigo o para una despedida de soltero. Hubo un año que medicaron un monton a los niños con psicotrópicos y eso era espantoso”. La gente que trabaja en la farmacia no consume.
Ines Miserendino en la farmacia presenta un poco de todos estos procesos y en particular algo de su ultima producción: coloca frases en las cajas de medicamentos a la venta, frases camufladas que parecen venir de fabrica, pero muy extrañas de leer allí, frases propias, de personas cercanas y de otras fuentes. Una obra casi invisible como aquella donde se colocaba la frase “¿Dónde esta?” en los vinos Lopez en las góndolas de supermercado, o aquella de Belkys Scolamieri que consistia en un pequeño papelito con la frase “Pide un deseo” oculto entre las paginas de un libro en domicilios particulares.
Texto de Ines Miserendino
Las operaciones comerciales que hacemos en una farmacia involucran objetos y dinero, pero encierran más que eso. Se trafíca con ideas, significados y bienes intangibles, se involucran expectativas aumentadas. En este intercambio estamos yo y el otro. A este otro va dirigido este canje emocional . A veces en forma de ironía a veces como aliento a veces como un compartir mi historia y la de las personas que rozan mi existencia.
Es posible comprar salud. También es posible comprar algunas formas de amor, es posible comprar casi todo en este mundo. Pero detengámonos a pensar un momento como es posible comprar salud y como son estos kioskos donde podemos hacerlo. Imaginemoslo filosóficamente, vamos a comprar salud, allí, donde la venden, paguemos por ella y se nos será entregada en pequeñas dosis. Vamos a comprar bienestar, vamos a comprar una mejor vida, un mejor cuerpo, mejores horas, mejores momentos.
Imaginemos como son estas personas que acuden al kiosko de la salud a solicitarla en pequeños fragmentos, que piensan obtener allí, que expectativas tienen, cuanto le creen el doctor, cuanto le creen a la publicidad, a las instituciones médicas, cuanto le creen a su propio cuerpo, que sienten, que piensan, de pie ante el mostrador, con su número en la mano, con su receta en el bolsillo.
Como son estas sociedades en donde algunos pueden comprar salud y otros no. Ayer estaba en el kiosko, un colectivo obstruia el paso en el semáforo, estaba vacio a exepcion de una madre que se bajo corriendo con un niño en pleno ataque de combulsiones, cruzó al sanatorio de la esquina, el chofer esperaba mientras los autos le tocaban bocina, en breves segundos la madre sale con el niño combulso, le grita algo al chofer, para un taxi y desaparece. Allí no podían atender al niño, era un sanatorio privado. Por ley ante un evento asi el chofer debe trasladar a la victima a un centro de salud inmediatamente, pero no es ley que todos puedan ser atendidos.
Y como son las personas que atienden el kiosko de la salud? Los que miran a los pacientes llegar esperanza en mano, que clase de visión de la humanidad sufriente podrán desarrollar con los años, que retratos de la salud y la enfermedad, que sentiran ante esos montones de manos con papelitos firmados y sellados, ante esos ojos ilusionados, avergonzados a veces, desamparados otras.
Ines Miserendino es artista y trabaja en una farmacia desde los 17 años, la farmacia de la familia. Su madre es bioquímica y en su laboratorio, de pequeña, ella armaba collares de fideos, y se sentía fascinada por el monton de frasquitos con cosas. Tal vez allí habra empezado su amor por la acumulación. Cúmulos de cosas por todas partes, frascos con bolitas, un frasco con hilitos, frascos de pastillas, paquetes de recetarios, paquete con etiquetas de ropa, frascos con canutillos, frasco con caracoles, canasto lleno de corchos. Y el amor por una tarea: colocar piezas pequeñitas una al lado de la otra, como cuando pinta cuadros con canutillos, como cuando ordena los medicamentos en los estantes de la farmacia donde todo esta milimétricamente calculado.
Como cuando hace mayólicas con pastillas. Las mayólicas son guardas decorativas con motivos florales, organicos, con los que se visten las paredes del hogar. Ironicamente Miserendino transforma estas guardas inofensivas en otra cosa. Imaginemos una casa con semejante decoración. Tambien escribe frases con pastillas: “no me molestan las pequeñas cosas”, “paz”, “se feliz”, “justifica tus limitaciones”, “no te mientas mintiendo”, “zen”, “la felicidad esta en las pequeñas cosas” o realiza dibujos: un corazón, una flor, un emoticono happy. Algunas pastillas las usa por color y otras según la droga (viagra, antisicoticos, anfetaminas). Ironicamente Miserendino toma frases de “un libro divino que se llama aforísticas, pensamientos mens sana, una para cada día del año, pensamientos para sentir en un calendario perpetuo”. Las pastillas las fue juntando todo este tiempo, pastillas vencidas del trabajo. Con el tiempo las pastillas se estallan por la humedad y los diseños comienzan a mutar a pesar de usar diferentes recursos para la conservación. Es interesante lo que sucede ahí, el intento por conservar y dar otra funcionalidad a comprimidos cuya función es disolverse.
Tambien escribe crónicas cotidianas en los recetarios, comienza siempre consignando cuando se levantó, y es que levantarse en este contexto parace ser, realmente, EL tema: “Domingo, nos levantamos tarde, vinieron visitas, comimos bagna cauda, los chicos comieron ravioles, de postre helado, sacamos fotos en el rio” – Clonazepam 0.5 x 30, “Me levante a las 6.30, lleve las nenas a la escuela, fui a trabajar hasta las 17, a la vuelta compre hamburguesas, pase dos horas en el taller” – Insertec 100 gr x 30, “me levante tarde, se rompió la conexión de agua, se inundo el bajomesada, bueno” – Risperidona 3 mg x 30. En otro grupo de recetarios escribe la palabra prefiero y un verbo: prefiero hacer, prefiero patinar, prefiero preguntar, saber, jugar, dormir, charlar.
Como los cuentos infrantiles que tienen ese trasfondo terrible por debajo, Miserendino desarrolla una mirada que es estéticamente grata por un lado, amable, decorativa y por otro lado lleva un algo muy oscuro. Como cuando pone unos cuarenta muñequitos hechos de pastillas en el camino amarillo del mago de hoz, somewhere over the rainbow, o cuando compra los libros de Emilio Pucci, diseñador italiano famoso por sus glamorosos y coloridos estampados, para realizarlos con drogas multicolores.
Quería sacarle fotos a las personas con sus recetas: “hola, estoy medicado”. Tambien quería realizar fotos de los residentes antes y después de sus maratónicas guardias en urgencias. Retratos, y mas retratos: “Viene la persona y vos sabes que este toma tal o cual cosa, lo registras, Don Clonazepan… Ven la publicidad en la tele y de repente se dan cuenta de que tienen tal o cual patología. A fin de mes se venden los inductores del sueño, como zolpidem, insomnio de fin de mes”. La relación con los clientes: “algunos son de paso, con otros tenemos mas relación y nos reimos, hay otros que se mueren, hay gente que viene a comprar cosas que uno sabe que son para una cocina de cocaína, hay cosas que lleva tiempo darse cuenta, algunos tienen recetas falsas, algunos compran cosas para venderlas en las cárceles. Como decirle a alguien que la receta es falsa sin que te pegue?. Alguno que otro nos ha tocado que se tomo algun óvulo, otro que se vaciaba la capsula del analgésico directamente en la carie. A las mujeres se las trata como taradas, vienen a comprar ansiolítico sublingual, los médicos las tratan como histéricas y les dan la pastillita. O vienen los hombres a comprar “eso que es pa la mujer”, anticonceptivos de emergencia. O el sidenafil (viagra) siempre es para un amigo o para una despedida de soltero. Hubo un año que medicaron un monton a los niños con psicotrópicos y eso era espantoso”. La gente que trabaja en la farmacia no consume.
Ines Miserendino en la farmacia presenta un poco de todos estos procesos y en particular algo de su ultima producción: coloca frases en las cajas de medicamentos a la venta, frases camufladas que parecen venir de fabrica, pero muy extrañas de leer allí, frases propias, de personas cercanas y de otras fuentes. Una obra casi invisible como aquella donde se colocaba la frase “¿Dónde esta?” en los vinos Lopez en las góndolas de supermercado, o aquella de Belkys Scolamieri que consistia en un pequeño papelito con la frase “Pide un deseo” oculto entre las paginas de un libro en domicilios particulares.
Texto de Ines Miserendino
Las operaciones comerciales que hacemos en una farmacia involucran objetos y dinero, pero encierran más que eso. Se trafíca con ideas, significados y bienes intangibles, se involucran expectativas aumentadas. En este intercambio estamos yo y el otro. A este otro va dirigido este canje emocional . A veces en forma de ironía a veces como aliento a veces como un compartir mi historia y la de las personas que rozan mi existencia.
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EL PAIS DE LOS MARAVILLOS
Cuentos de niños, para gente grande y peluda del arte / Treceava entrega
La nueva moda en Maravilla, las ventanitas de bolsillo. Se trata de pequeños marcos de ventana que son replica de alguna ventana en algun lugar del mundo, cuando se abre la ventanita se puede ver el paisaje que se ve en la ventana original. Asi los maravillos pueden abstraerse contemplando una vaca rumiar, un volvan en erupción, surfistas en una ola, pingüinos patinando en el hielo, dos chicas con dos vasos cantando una canción indu, un patito que con su pico alimenta peces en una fuente, un carpintero que hace una valijita muy cute, una procesión de taxis, un oso alimentado por camioneros en la ruta, una bicicleta que no hace nada, un monton de botas de lluvia que caminan solas, un cráter en la luna, dos pollitos y tres lagartos, dos bagartos y tres chanchitos, una chica practicando un furioso perreo, un cardumen de mojarritas, las montañas blancas de Monteazul, dos huanacos escupidores, dos canguros boxeadores, una ensalada de rabanitos, una halbaca y tres pancitos, un bombero enamorado, cinco cirujanos pasmados, un auto empantanado, un pozo de petróleo, un cuadro al oleo, cien lombrices bajo la tierra, dos codornices y dos medias, la salamanca perdida, una tremenda embestida, un semáforo cansado, un alemán despechado, una rubia con ojeras, un par de tigeras, dos bicicletas que no hacen nada, las hermanas de la caridad, para toda la posteridad, las sopas campbells de Warhol en un museo mohoso, un tacho apestoso, un hombre y su perro salchicha, un cartel con filigrana, otra ventana, el trage de un buzo, el país de los pitufos, un desierto multicolor, un ascensor, dos señores que se dan un beso agarrándose el pescuezo, una mujer que mira de perfil una torre de marfil, una ruta con perspectiva, dos patinadores a la deriva, treinta alfombras voladoras, una batidora, un chico que canta huraño sentado en un peldaño tres veces al año, una silla sola en una habitación, ballenas por monton, un pasillo mal iluminado con un fantasma pelado, una chica con dos rodetes, un tanguero purrete con un bonete y un birrete, tres bicicletas que no hacen nada, un monton de cajas que flotan, una lluvia de pelotas, una fiesta con lucecitas, dos o tres mesitas, cuatro o cinco gatos, seis o siete tacos, ocho o nueve coles y muchos caracoles, un muro de lamentos, al lado de dos pimientos, un huevo a punto de romperse, dos vampiros telepáticos con problemas hepáticos, una chica que recibe un premio otorgado por un gremio, una lámpara amarilla, dos lámparas amarillas, tres lámparas amarillas, una villa, gotas de lluvia en el cristal, viento en las cortinas, hojas en el alfeizar, niebla y neblina, cosas matutinas, cosas de atardecer y de anochecer, cosas de fabula y de mentira, cosas con razón y sin razon, otras sin ton ni son, cosas sin sentido, cosas desperdigadas, cosas de nada.
“El país de los Maravillos” es
una serie de cuentos escritos por Eva Finquelstein a partir de la serie gráfica
“Geometrías inestables” de Pablo Bofelli.
“Geometrías inestables” y “El país de los Maravillos” son producciones específicas para el ciclo Expectativa Cero de Galerías Efímeras.
“Geometrías inestables” y “El país de los Maravillos” son producciones específicas para el ciclo Expectativa Cero de Galerías Efímeras.
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